• Cinema

Proyectar la Antártica en un festival de cine en el extremo del mundo

Un evento en el sur de Chile muestra películas ambientales centradas en la mayor reserva planetaria de agua dulce

23/01/2017 às 22:15


“Alguien dijo una vez que las cosas solo existen en la medida en que se habla de ellas. Tenemos que hablar de la Antártica, no solo desde el punto de vista científico, sino también de la experiencia de las personas”, dice el narrador de Antártica, la última esperanza, un cortometraje que contrapone la magnitud del continente antártico con los desafíos enfrentados por los seres humanos. Para su director, el chileno Sergio Praus, conocer y respetar el continente es un camino para superar las dificultades en busca de una vida plena.

La película ha sido una de las 51 obras seleccionadas por el 5º Festival Internacional de Cine de la Antártica, el FICAMS, que se celebró a finales de noviembre en la Patagonia, en el extremo sur de Chile, con el fin de discutir la postura del ser humano en la Tierra. ¿Lo correcto es habitar el espacio y gastar sus recursos o cohabitarlo y actuar de forma sostenible? La respuesta es obvia, pero pocos son los lugares del mundo que ponen en evidencia todos los días esa responsabilidad ambiental. Uno de ellos, el “pulmón del mundo” es la Amazonia. Otro, sin duda, es la Antártica, la mayor reserva marina y también de agua dulce del planeta.

El cine puede ayudar a proyectarla, con toda la carga de significados que representa. El FICAMS lo sabe y, poco a poco, aprovecha los encantos naturales del estrecho de Magallanes, que atrae a personas de todo el mundo a Punta Arenas, para transformarse en esa ventana verde. Para la edición de este año, el festival recibió más de 150 obras sobre medio ambiente y sostenibilidad en general, de las que seleccionó 32 títulos, entre cortometrajes y largometrajes de ficción y documentales, divididos en dos secciones competitivas (nacional y abierta). Y proyectó otras 19 producciones en una muestra paralela, cuya misión es ampliar los temas incluidos en el programa: el calentamiento global, el consumo, el reciclaje, entre los generales, y la pesca, los pueblos nativos y las especies animales y vegetales en peligro en la región, entre los más específicos.

En cinco días de actividades, este final de noviembre, un público de 1.200 personas pudo ver las proyecciones gratuitamente en la sala destinada al festival en el cine del único centro comercial de Punta Arenas. Lo que no está nada mal para una ciudad que en esta época del año tiene temperaturas agradables y luz desde las cuatro de la mañana hasta las 11 de la noche, donde la gente probablemente preferiría estar al aire libre. Hace cinco años, en la primera edición del FICAMS en 2011, esa cifra era de alrededor de 800 espectadores, lo que lleva al evento a celebrar su creciente poder de movilización.

“Nuestra mayor indagación es adónde queremos ir como seres humanos, reconociendo a los demás cohabitantes del planeta”, explica Cristian Valle, codirector del festival junto a Nicolás Recabarren y Macarena Fernández. Para él, poner de relieve la Antártica, desde el nombre hasta las mesas de debate, incluyendo las películas, significa poner en primer plano “uno de los equilibradores del ecosistema global” y también reflexionar sobre el continente helado, que está a menos de 4.000 kilómetros de distancia de Punta Arenas. “Chile es visto en gran parte como un país minero, y muchos chilenos son ajenos a la cultura del extremo sur. Pero el hecho es que compartimos una cultura antártica”, explica el realizador audiovisual, que resalta una de las cosas que al FICAMS le gustaría cambiar.

Una motivación adicional, sin duda, concienciar sobre el clima. En los días del festival en Punta Arenas —antes de partir en itinerancia hacia las regiones cercanas a Puerto Natales y Cabo de Hornos—, los termómetros de la ciudad llegaron a marcar máximas de 21 °C. El hecho, que ocurrió sobre todo en las aguas a orillas del estrecho de Magallanes, muestra que el cambio climático ya ha dejado de ser tan solo un objeto de estudio y de alertas de científicos. Por eso, una gran conquista del evento sería conmover al mayor número posible de “personas comunes”. Con esto sueña Cristián Valle: “Si el festival fuese para nuestros amigos ya comprometidos con el medio ambiente, proyectaríamos las películas en mi casa”, bromea el director.

Otra gran motivación del FICAMS es inspirar a talentos locales a invertir en producciones propias. Para ello, una parte del programa de esta 5ª edición se dedicó a encuentros con profesionales de los sectores audiovisual, medio ambiente y ciencia, la mayoría de ellos chilenos. Estuvieron presentes para intercambiar experiencias, entre otros, el cineasta Carlos Flores; el director del Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS), Fernando Lataste, que también es productor del Festival Internacional de Cine de Valdivia; las productoras Beatriz Rosselot y Macarena Concha; y el arquitecto e investigador Pedro Serrano. Todos son figuras con proyectos destacados en Santiago y en otras ciudades chilenas, como Viña del Mar y Concepción. Y que tienen la Patagonia cada vez más en el radar.

Un tema que debatieron, por cierto, fue la capital como centro de los esfuerzos culturales en Chile, algo que dificulta el despegue definitivo de la industria. “Todos los esfuerzos de descentralización audiovisual en el país deben aplaudirse. El potencial del FICAMS de atraer al público al sur es enorme”, opina Rosselot. Desde el punto de vista de Serrano, esto puede suceder si, de hecho, y en un sentido amplio, proyecta la Antártica. “Es un lugar casi desconocido, al que la inmensa mayoría de la gente solo va a llegar por el audiovisual”, afirma el experto, invitado a hablar sobre “el habitar y la relación del hombre con su entorno” en el foro organizado en paralelo a la proyección de las películas. Para Rosselot, “el continente antártico es de todos y de nadie al mismo tiempo. Tenemos que reivindicarlo, sin ser sus dueños".

Vea, a continuación, algunas obras que destacaron en el FICAMS, para seguirlas y verlas más tarde:

'Castores – La invasión del fin del mundo', de Pablo Chehebar (Argentina)

Es el documental que ganó la competición internacional. Trata de un tema que pocos conocen: la superpoblación de castores en Tierra del Fuego, la última punta de América del Sur antes de la Antártica, compartida por Argentina y Chile.

'Surire', de Bettina Perut e Iván Osnovikoff (Chile)

Ganó la competición nacional. El documental retrata a personajes del altiplano chileno, en la frontera con Bolivia, una región desértica donde la vida se garantiza día tras día, a ritmo lento y con paisajes deslumbrantes, que hoy están amenazados por un proyecto minero.

'Tánana', de Alberto Serrano Fillol e Cristóbal Azócar (Chile)

“Listo para zarpar” en el idioma yagán (uno de los pueblos nativos de la Patagonia chilena) es el significado del título de este documental sobre Martín Gonzales. Martin, descendiente de los yagán, un pueblo de las aguas, construye un barco y se prepara para cruzar el Cabo de los Hornos, tras una prohibición de navegar que duró 40 años.

'La hija de la laguna', de Ernesto Cabellos (Perú)

Célebre documental peruano, que ya ha circulado por varios festivales internacionales, en los que ha obtenido premios y menciones honoríficas. Su protagonista es Nélida, una mujer de los Andes peruanos que habla con los espíritus de las aguas. Ella lucha junto a otros campesinos para detener la destrucción causada en su región por la empresa minera más grande de América del Sur.

'S.O.S. Antártica', de Roberto Matamala y Lilian Villanueva (Chile)

Una animación de ficción que trata del calentamiento global y cómo afecta a la Antártica y al resto del mundo. Tres personajes protagonizan la historia: un alga roja, un pingüino y una ballena. Es una llamada a los niños y a los jóvenes, para que cuiden el planeta.

'Yubartas', de Van Rouveroy (Colombia y Holanda)

Documental holandés producido en Colombia, sobre las ballenas que migran desde la Patagonia hasta el Chocó, en el noroeste colombiano, donde se reproducen cada año. Varios problemas amenazan este ciclo, lo que hizo que algunas comunidades chocoanasse organizasen para salvarlas.